“José
se levantó, tomó al niño y a su madre…” Mt 2,14
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Hoy
queremos con la Iglesia meditar sobre la Sagrada Familia de Nazaret. Somos
invitados a mirar atentamente a José, María y Jesús y buscar en ellos la fuerza
para santificar también nuestras familias.
La familia es, sin dudas, el núcleo fundamental de toda la sociedad. Nos enseña
la sociología que nosotros no nacemos humanos, sino que nos humanizamos,
conforme entramos dentro de una cultura. Y es la familia que tiene la noble
misión de humanizarnos. Cuando nacemos ni un nombre tenemos. Somos
completamente indefensos, no tenemos hábitos alimenticios, no hablamos, no
conocemos gestos, no imaginamos que son los valores, no somos capaces de
distinguir lo saludable de lo peligroso, esto es, necesitamos de una ‘escuela’
que nos haga capaces de vivir en el mundo. Y esta ‘escuela’ es naturalmente la
familia.
Es la familia la que nos debe proteger y darnos condiciones de crecer. Es la
familia que nos regala un lenguaje, y ¡que fiesta! cuando se dice las primeras
palabras. Es la familia que despacito, con mucha atención y tenacidad, debe
capacitarnos a elegir entre el bien y el mal, hablándonos y corrigiéndonos. Es
la familia que nos debe enseñar a amar a Dios y estar atento a su voluntad. Es
la familia la que nos debe hacer amar los valores y refutar los errores, pues
es en casa que aprendemos a ser honestos, trabajadores, serviciales,
auténticos, sinceros...
Por todo lo que significa la
familia, la grandeza de su misión, el mundo está buscado de todos los modos
destruirla. Al mundo no le interesan personas bien formadas, capaces de
decisión, que sepan la diferencia entre algo realmente bueno y una propaganda
engañosa. El mundo, por sus intereses, desea personas frágiles, fáciles de ser
manipuladas, confusas en sus opciones, y que no sepan bien la diferencia entre
lo cierto y lo equivocado... y la mejor forma de llegar a este perfil es
destruyendo la familia. Por eso con muchas telenovelas, con películas y con
músicas, los medios de comunicación desde muchos años están bombardeando los
hogares con nuevas teorías:
- el divorcio se transformó en la mejor
alternativa cuando se encuentra alguna pequeña diferencia,
- los padres no deben tener autoridad sobre
los hijos,
- la escuela es quien debe ‘educar’,
- la religión es algo que los hijos deben
decidir cuando sean grandes,
- rezar en familia es ridículo,
- la fidelidad es una cosa romántica, pero ya
fuera de moda,
- no existen más tradiciones familiares, lo
importante es que cada uno se divierta y se sienta bien,
- la regla para todo es la comodidad, se hace
lo que es más cómodo, no lo que es más justo...
y así nace una generación que ‘está como al
diablo le gusta’, presa fácil de los inescrupulosos que mantienen el
narcotráfico, la industria pornográfica, las marcas de la moda, los esquemas de
corrupción, los promotores de un mundo desechable, en que hasta las personas
tienen esta característica.
En la fuerza de la Navidad, nuestras familias cristianas son invitadas a
resistir a este modelo deshumano que está degenerando la sociedad. Somos
invitados a mirar atentamente a Jesús, María y José, la Sagrada Familia
de Nazaret, y nadar contra la corriente, fundando hogares auténticos,
verdaderamente formadores de hombres y mujeres capaces de ser humanos.
Esto es posible, aunque
difícil. Cada día más la fe nos exige una postura firme, de no dejarse llevar
en la ola del mundo.
Si tú eres un padre, inspírate a san José. Si tú eres una madre, inspírate a
María. Entra en su escuela, ayuda a tus hijos a crecer en sabiduría, en
estatura y en gracia. Un hijo crece no solamente con comida y cosas materiales,
pero principalmente con buen ejemplo, con ternura, con experiencia de fe, con
autoridad que enseña los limites... el corazón humano, al igual que la tierra,
no se queda vacío, o nosotros sembramos cosas buenas y las cuidamos para que
puedan crecer, o por sí solo, nacen las malezas y crecen con mucho vigor.
Que la Sagrada Familia de Nazaret nos ayude a crear sagradas familias en nuestros
hogares.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te de la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino
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