Reflexion de la Palabra de Dios del Domingo XII durante el año


                     12ª semana del tiempo ordinario. Domingo C: Lc 9, 18-24

Algo de lo más importante y esencial en nuestra religión es conocer a Jesucristo. Y al mismo tiempo que conocemos a Jesucristo, adecuar nuestra vida a ese conocimiento, de modo que toda nuestra vida esté inmiscuida en el conocimiento y realidad de la persona de Cristo.

Para ello necesitamos la gracia de Dios, por aquello que nos dice san Pablo: “Nadie puede llamar a Jesús Señor si no es por medio del Espíritu Santo”. Llamar bíblico no es sólo proclamarlo, sino que lo sea efectivamente.

Lo primero que dice el evangelio de hoy es que Jesús estaba orando. Es un dato que lo traen todos los evangelistas: el hecho de que Jesús oraba, no sólo en acciones públicas o comunitarias, sino en privado apartándose de sus discípulos para hablar con su Padre Dios. Lo suelen exponer los evangelistas en momentos clave cuando va a realizar algún hecho especial o va a dar una gran proclamación.

Ahora quiere aclarar cuál es su misión, cuando las gentes y los discípulos van comentando si será algún profeta o el mismo Mesías esperado. Ahora, después de una profunda oración, Jesús reúne a sus discípulos y les pregunta: ¿Quién dice la gente que es él? Le responden que piensan que es un profeta, como Juan Bautista, como Elías. Sin duda que los apóstoles sabrían ya algo de lo que pensaban los fariseos y maestros de la ley y cómo estos estaban contra Jesús. Pero los apóstoles, como buenas personas, comentan sólo las buenas cosas que dicen sobre Jesús.

Luego viene la gran pregunta, la que principalmente Jesús quería hacerles: “Y vosotros ¿quién pensáis que soy yo?” Seguramente se quedaron un poco desconcertados y callados. Sólo Pedro, que se sentía un poco más cabecilla, no podía quedarse callado y le dice: “El Mesías de Dios”. Según san Mateo, que estaba allí, dijo: “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Dicen algunos que esto último sería una expresión posterior, a la luz de la resurrección de Jesús. También según san Mateo, entonces Jesús prometió a san Pedro que iba a ser el responsable, la piedra fundamental del edificio espiritual de salvación, que iba a ser la Iglesia.

El hecho es que san Pedro proclama que Jesús es el Mesías. ¿Qué entendería entonces san Pedro por el Mesías?. Seguro que en su mente estaría la aureola de poder y dignidad humana que los siglos habían puesto sobre el mesías temporal.

Por eso Jesús tiene que prohibirles decir a la gente que él es el Mesías, aunque lo sea, porque lo iban a enseñar mal y la gente lo iba a entender de mala manera. Por eso comienza a explicarles que en la nueva fundación o Iglesia el más grande no va a ser quien tenga más poder o cualidades humanas, sino el que esté dispuesto a perder su vida para darla en provecho y salvación de los demás.

Y comienza a ponerse él mismo como ejemplo. Y, como lo repetirá otras veces hasta que estén subiendo por última vez a Jerusalén, a él, que es el “Mesías” le van a desechar, va a padecer mucho hasta ir a la cruz por nosotros. Claro que luego va a resucitar. Pero esto lo entendían menos los apóstoles.

El hecho es que nosotros, si queremos ser discípulos de Cristo, el Mesías, debemos estar dispuestos a padecer injurias y persecuciones, si es porque somos cumplidores del evangelio y seguidores de Cristo. Después, y muchas veces aquí, sentiremos que somos discípulos y seguidores del Resucitado.

Hoy también Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros: Para ti ¿Quién soy yo? No basta responder con lo que dicen los obispos y los concilios sobre Jesús. ¿Qué es lo que significa Jesús para nuestra vida? Quizá nuestros actos religiosos son rutinarios y tenemos una religión muy infantil. Debemos llegar a tener un trato personal, adulto, con Jesucristo para que Él sea el centro de nuestra vida y que sea realmente el camino, la verdad y la vida.          

Decreto con el que se añade el nombre de san José en las Plegarias eucarísticas II, III y IV del Misal Romano

En el paterno cuidado de Jesús, que San José de Nazaret desempeñó, colocado como cabeza de la Familia del Señor, respondió generosamente a la gracia, cumpliendo la misión recibida en la economía de la salvación y, uniéndose plenamente a los comienzos de los misterios de la salvación humana, se ha convertido en modelo ejemplar de la entrega humilde llevada a la perfección en la vida cristiana, y testimonio de las virtudes corrientes, sencillas y humanas, necesarias para que los hombres sean honestos y verdaderos seguidores de Cristo. Este hombre Justo, que ha cuidado amorosamente de la Madre de Dios y se ha dedicado con alegría a la educación de Jesucristo, se ha convertido en el custodio del tesoro más precioso de Dios Padre, y ha sido constantemente venerado por el pueblo de Dios, a lo largo de los siglos, como protector del cuerpo místico, que es la Iglesia.
En la Iglesia católica, los fieles han manifestado siempre una devoción ininterrumpida hacia San José y han honrado de manera constante y solemne la memoria del castísimo Esposo de la Madre de Dios, Patrono celestial de toda la Iglesia, hasta tal punto que el ya Beato Juan XXIII, durante el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II, decretó que se añadiera su nombre en el antiquísimo Canon Romano. El Sumo Pontífice Benedicto XVI ha querido acoger y aprobar benévolamente los piadosos deseos que han llegado desde muchos lugares y que ahora, el Sumo Pontífice Francisco ha confirmado, considerando la plenitud de la comunión de los santos que, habiendo peregrinado un tiempo a nuestro lado, en el mundo, nos conducen a Cristo y nos unen a Él.
Por lo tanto, teniendo en cuenta todo esto, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontífice Francisco, gustosamente decreta que el nombre de San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María, se añada de ahora en adelante en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV de la tercera edición típica del Misal Romano, colocándose después del nombre de la Bienaventurada Virgen María, como sigue: en la Plegaria eucarística II: «ut cum beáta Dei Genetríce Vírgine María, beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»; en la Plegaria eucarística III: «cum beatíssima Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»; en la Plegaria eucarística IV: «cum beáta Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum Apóstolis».
Por lo que se refiere a los textos redactados en lengua latina, se deben utilizar las fórmulas que ahora se declaran típicas. La misma Congregación se ocupará de proveer, a continuación, la traducción en las lenguas occidentales de mayor difusión; la redacción en otras lenguas deberá ser preparada, conforme a las normas del derecho, por la correspondiente Conferencia de Obispos y confirmada por la Sede Apostólica, a través de este Dicasterio.
No obstante cualquier cosa en contrario.
Dado en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el día 1 de mayo del 2013, memoria de San José Obrero.
Antonio, Card. Cañizares Llovera
Prefecto
 + Arturo Roche
Arzobispo Secretario



FÓRMULAS QUE CORRESPONDEN AL NOMBRE DE SAN JOSÉ
 
Formulae quae ad nomen Sancti Joseph spectant
in Preces eucharisticas II, III et IV Missalis Romani inserendae,
linguis anglica, hispanica, italica, lusitana, gallica, germanica et polonica exaratae
Probatum
Ex aedibus Congregationis de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, die 1 mensis Maii 2013.
+ Arturus Roche
Archiepiscopus a Secretis

Anglice
In Eucharistic Prayer II:
"that with the Blessed Virgin Mary, Mother of God, with blessed Joseph, her Spouse, with the blessed Apostles...";
In Eucharistic Prayer III:
"with the most Blessed Virgin Mary, Mother of God,
with blessed Joseph, her Spouse, with your blessed Apostles and glorious Martyrs...";
In Eucharistic Prayer IV:
"with the Blessed Virgin Mary, Mother of God,
with blessed Joseph, her Spouse, and with your Apostles...".

Hispanice
En la Plegaria eucarística II:
«con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y...»;
En la Plegaria eucarística III:
«con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires...»;
En la Plegaria eucarística IV:
«con María, la Virgen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos...».