Reflexion de las lecturas de la Misa de hoy

1. Recomendaciones para la buena salud de la Iglesia (Hebreos 13,1-8)


1.1 Como todo organismo vivo, la Iglesia debe velar por su salud. Esto lo consigue la Iglesia a través de los medios de defensa que Dios le ha dado, a saber, la oración, y la predicación. Por eso hay que cuidar que la oración esté viva y la palabra permanezca libre, luminosa y eficaz, como es la Palabra de Dios. Es lo que ha hecho el autor de esta Carta cuando nos ha exhortado a que no abandonemos nuestras asambleas (Heb 10,25).

1.2 Otro modo de ver esta misma realidad es pensar en lo que es un cuerpo vivo. No se guarda la salud sin cuidar de las células. Eso es lo que indica aquella amonestación que quiere salvaguardar a la familia, célula de todo el tejido social y eclesial: "que todos tengan gran respeto al matrimonio...".

1.3 Otro modo de ver esto es: para cuidar un cuerpo hay que dar especial atención a los tejidos más vulnerables y a las heridas o infecciones que apenas empiezan. Es lo que hace el autor inspirado cuando nos previene de las infecciones que suelen hacernos más daño: la codicia y la lujuria.

1.4 Y aun hay otro modo de ver la salud de este organismo que es la Iglesia: un cuerpo necesita gozar de gran unidad y cohesión interior porque no es sólo el cuidado de los miembros, aparatos y sistemas, sino la relación que haya entre ellos lo que determina ese estado general que se llama "salud". Es lo que encontramos en esa invitación a cuidar de los que se pueden sentir más aislados, como son los encarcelados, y también la exhortación a recordar la labor de los pastores, que son principio visible de unidad.

2. Jesucristo es el mismo


2.1 Este enunciado, resumen de todo lo que puede darnos fuerza como creyentes, es una de las joyas de la Carta a los Hebreos.

2.2 Estamos en Misa. Jesús se hace presente en el altar. Él es el mismo: Aquel que alimento con su fortaleza a los mártires antes de su espantosa muerte. Él es el mismo: Aquel que inspiró con su luz la sabiduría de los doctores y maestros grandes que la Iglesia ha tenido siempre en su historia. Él es el mismo: Aquel que alentó con su gracia el vigor de los misioneros. Él es el mismo, y está ahí, frente a mí, frente a ti. Es el mismo y puede hacer contigo y conmigo cosas grandes como ya las ha hecho en tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos.

3. La muerte de un gran hombre  (Marcos 6, 14-29)

3.1 Hoy el evangelio nos presenta el martirio de Juan Bautista. Un hombre notable. No lo digo yo, lo dice Jesucristo: " En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11). Una vida grande y memorable, tronchada en circunstancias estúpidas y rodeado de gente indigna y cruel. Aprendamos de aquí que la muerte es grande por lo que en ella se entrega no por lo que en su furor nos arrebata.

3.2 Como hay una memoria litúrgica de la muerte del Bautista meditemos en esta ocasión sólo un punto: Herodes apreciaba a Juan, pero lo mandó decapitar, por guardar un juramento inicuo y quedar bien frente a unos invitados innobles. Hasta dónde puede llegar un hombre por tratar de complacer a otros y de cuidar su imagen.

3.3 Toda espiritualidad cristiana necesita un punto de partida sólido, y ese punto sólo lo encontramos en el querer de Dios. Las opiniones humanas son, como decía Fray Luis de Granada, un monstruo de mil cabezas, y quien pretende orientarse por ese monstruo pronto traicionará sus más íntimas convicciones y hará decapitar sus mejores esperanzas.

Por: Fray Nelson Medina, OP/ Casa para tu fe católica

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